11. Pitágoras

“El movimiento de los cuerpos celestes produce una melodía que no podemos percibir, pues la escuchamos desde el nacimiento”.

Fiódor Brónnikov, Pitagóricos celebran la salida del sol (1869).

 

La figura de Pitágoras se encuentra rodeada de leyenda, por lo que no resulta fácil conocer su realidad histórica. Al parecer, fue el primero en usar la palabra filosofía y en llamarse a sí mismo filósofo (o amante de la sabiduría), pues “ningún hombre es sabio, solo Dios” y los filósofos son los que, reconociendo esto, aspiran a la sabiduría. Según una conocida leyenda, Pitágoras fue llamado a Fliunte para conversar con León, su gobernador, sobre algunos temas de alto nivel e importancia… le dijo algo así: “Pitágoras, vente con nosotros, vale mucho eso que tienes metido en el coco” (en rap aquí).

Los filósofos presocráticos, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, pp. 180-181.

Los filósofos presocráticos, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, pp. 180-181.

 

Nació en Samos, con probabilidad en el 571 o 570 antes de Cristo. Su padre se llamaba, al parecer, Mnesarco (Mnemarco según Jámblico) y era grabador de anillos, trabajo que, por cierto, hoy en día pueden hacer las máquinas muy rápido…

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro VIII, “Pitágoras y sus seguidores”, p. 303.

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro VIII, “Pitágoras y sus seguidores”, p. 303.

Parece ser que fue discípulo de Ferécides de Siro y también de Tales de Mileto y de Anaximandro.

A continuación vamos a leer un poco la Vida Pitagórica de Jámblico, filósofo neopitagórico del siglo III después de Cristo. Al comienzo nos cuenta una profecía que la divinidad hizo al padre de Pitágoras, Mnemarco, que le había preguntado a la Pitia sobre un viaje por mar a Siria: “tu mujer está ya embarazada”, le reveló, “y dará a luz a un niño que sobresaldrá por su belleza y sabiduría entre todos los que hasta la fecha han existido”. Y añadió: “y será, para el linaje humano, de grandísima utilidad durante toda su vida”.

Jámblico, Vida pitagórica, traducción de Miguel Periago Lorente, Editorial Gredos, Madrid, 2003, 9-10, p. 31.

Jámblico, Vida pitagórica, traducción de Miguel Periago Lorente, Editorial Gredos, Madrid, 2003, 9-10, p. 31.

Jámblico, Vida pitagórica, traducción de Miguel Periago Lorente, Editorial Gredos, Madrid, 2003, 9-10, pp. 32 y 33.

Jámblico, Vida pitagórica, traducción de Miguel Periago Lorente, Editorial Gredos, Madrid, 2003, 9-10, pp. 32 y 33.

Pitágoras viajó, según se nos ha transmitido, por Egipto primero y, después, por Babilonia. Como señala el profesor Alberto Bernabé, algunos de los principales logros matemáticos que se relacionan con el nombre de Pitágoras habían comenzado a ser fraguados en el Próximo Oriente. De hecho, el famoso teorema de Pitágoras, por ejemplo, ya aparece esbozado en un documento babilonio de la época de Hammurabi (1810-1750 a. C.).

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 71.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 71.

A la edad de 56 años, según cuenta Jámblico, regresó a Samos, donde permaneció un tiempo, instalándose finalmente en Crotona, donde fundó una escuela o, más bien, una secta, a medias filosófica y a medias religiosa. Allí, además, intervino activamente en política y, según se cuenta, tuvo que huir a Metaponto por ese motivo, donde murió en el año 497-496 a. C.

 

Es muy probable que Pitágoras no escribiera nada (no nos ha llegado ni siquiera un fragmento literal atribuido a él) y, además, resulta muy difícil saber qué cosas corresponden a Pitágoras y cuáles a la escuela pitagórica. Por eso, vamos a hablar aquí de “la escuela de Pitágoras”.

 

Esta escuela consistió en una asociación religiosa, política y filosófica. Según se nos cuenta, para entrar en ella era necesario someterse a determinadas pruebas, poner en común sus propiedades, así como ser capaz de guardar silencio por cinco años…

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro VIII, “Pitágoras y sus seguidores”, p. 305.

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro VIII, “Pitágoras y sus seguidores”, p. 305.

Las normas de la secta obligaban a sus miembros a abstenerse de comer ciertos alimentos como carne o, sorprendentemente, habas. Al respecto, Porfirio (filósofo neoplatónico sirio, del III d. C.) nos ha dejado una justificación de esta extraña prohibición que, no obstante, no tiene tal vez mucho fundamento histórico (o sí):

Porfirio, Vida de Pitágoras (43-45), traducción de Miguel Periago Lorente, Gredos, Madrid, 1987, pp. 49-50.

Porfirio, Vida de Pitágoras (43-45), traducción de Miguel Periago Lorente, Gredos, Madrid, 1987, pp. 49-50.

El pitagorismo, en definitiva, fue una de las muchas sectas que celebraban misterios y que imponía a sus iniciados una disciplina y algunas normas de abstinencia, que sin embargo no debían de ser excesivas. Fue su carácter no solo religioso sino también político lo que ocasionó la ruina de esta escuela: una revuelta antipitagórica (organizada por un tal Cilón, ciudadano poderoso y resentido por haber sido rechazado por Pitágoras en la secta) ocasionó la persecución de la escuela, la quema de sus sedes y el asesinato de muchos de los miembros que no pudieron huir.

Los filósofos presocráticos, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 195.

Los filósofos presocráticos, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 195.

Los filósofos presocráticos, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, pp. 196-197.

Los filósofos presocráticos, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, pp. 196-197.

 

Pero el pitagorismo fue un movimiento muy original y de gran vitalidad, cuya actividad e influjo duraron muchos siglos. Aunque es difícil seguir el desarrollo del movimiento, pues sus doctrinas eran transmitidas de modo secreto, y todo se atribuía al maestro Pitágoras (se usaba la expresión: “autòs épha” -αὐτὸς ἔφα-, “él mismo lo ha dicho”), el cual desde el comienzo fue convertido por sus seguidores en un hombre milagroso y sobrehumano.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, pp. 69-70.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, pp. 69-70.

Desde un punto de vista moderno el pitagorismo se compone de un conjunto heterogéneo de elementos científicos (fundamentalmente matemáticos y astronómicos), religiosos (relacionados con el orfismo y otros movimientos místicos del sur de Italia) y, también, propiamente filosóficos.

 

Una doctrina atribuible al fundador del movimiento es la afirmación de la supervivencia del alma después de la muerte y la transmigración de la misma a otros cuerpos, así como el parentesco entre todos los seres vivos en general, que son poseedores de alma inmortal. Así, no debe atentarse contra ningún ser vivo, por lo que son necesarias ciertas reglas de abstinencia de comer carne (o de ciertos animales o ciertas partes de los mismos, dependiendo de la versión). También la interesante doctrina de que “no hay nada nuevo”, pues la historia no es más que un conjunto de repeticiones…

Porfirio, Vida de Pitágoras (43-45), traducción de Miguel Periago Lorente, Gredos, Madrid, 1987, pp. 34-35.

Porfirio, Vida de Pitágoras (43-45), traducción de Miguel Periago Lorente, Gredos, Madrid, 1987, pp. 34-35.

Aunque la doctrina fundamental de los pitagóricos consiste en que la sustancia de lo real es el número. Así lo explica Aristóteles en el Libro I de la Metafísica:

Aristóteles, Metafísica, Libro I (986a), traducción de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1994, pp. 89-90.

Aristóteles, Metafísica, Libro I (986a), traducción de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1994, pp. 89-90.

Tal vez pueda considerarse que este es precisamente el gran aporte de los pitagóricos: la importancia que otorgaron a la medida matemática para la comprensión del orden y la unidad del mundo. Pues aunque tanto antes como hoy a casi todos nos parezca que no hay orden en el mundo (como cantaban Danza invisible hace ya unos años), los pitagóricos creyeron haberlo descubierto en los números.

 

Se atribuye a Pitágoras el descubrimiento de los intervalos musicales regulares, es decir, las relaciones aritméticas de la escala musical, así como la invención de un instrumento para investigar estas proporciones. Por otro lado, su relación con la música tenía que ver también con una función de catarsis (del griego κάθαρσις, kátharsis, purificación), como nos cuenta Jámblico:

Jámblico, Vida pitagórica, traducción de Miguel Periago Lorente, Editorial Gredos, Madrid, 2003, 114, p. 89.

Jámblico, Vida pitagórica, traducción de Miguel Periago Lorente, Editorial Gredos, Madrid, 2003, 114, p. 89.

 

La cuestión es que los pitagóricos, después de haber descubierto que tras algunas cosas de la realidad se esconden determinados principios matemáticos, extendieron esta idea hasta el extremo de plantear que todo son números. Así lo explica Aristóteles:

 
Aristóteles, Metafísica, Libro I (1090a20), traducción de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1994, p. 565.

Aristóteles, Metafísica, Libro I (1090a20), traducción de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1994, p. 565.

 

Esta idea de que las cosas son números puede interpretarse así: el número representa el orden mensurable del mundo.

 

Los pitagóricos atribuyeron una enorme importancia a la figura llamada Tetraktys (Τετρακτύς en griego), que consiste en una representación geométrica del número 10 mediante un triángulo con el 4 por lado. Esto tal vez representaba el mencionado orden mensurable del mundo. Y juraban ante ella los juramentos más solemnes, lo cual demuestra que para ellos los números eran algo mágico y místico.

Y como el número es la substancia de todas las cosas, las oposiciones de las cosas del mundo pueden representarse o reducirse a oposiciones numéricas, que se refieren a ámbitos distintos, pero siempre uno es bueno y el otro malo. Esta es la lista de contrarios que ofrece Aristóteles:

Aristóteles, Metafísica, Libro I (986a20), traducción de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1994, p. 90.

Aristóteles, Metafísica, Libro I (986a20), traducción de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1994, p. 90.

Estas oposiciones constituyen una visión dualista de la realidad similar a la del zoroastrismo. En relación a esto, cabe destacar que distintas referencias de la antigüedad hablan de que Pitágoras viajó a Persia y mantuvo un contacto personal con Zoroastro (también llamado Zaratas).

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 84.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 84.

También puede señalarse la coincidencia de algunas doctrinas pitagóricas con otras de la India, en las que también se considera la abstinencia de comer carne, la transmigración de las almas o la consideración del carácter místico de los números. Asimismo, también hay semejanzas entre el pitagorismo y la doctrina china del Ying y el Yang.

W. K. C. Guthrie, Historia de la Filosofía Griega I: Los primeros presocráticos y los pitagóricos, versión española de Alberto Medina González, Editorial Gredos, Madrid, 1999, p. 242.

W. K. C. Guthrie, Historia de la Filosofía Griega I: Los primeros presocráticos y los pitagóricos, versión española de Alberto Medina González, Editorial Gredos, Madrid, 1999, p. 242.

 

Para los pitagóricos, la lucha entre los opuestos es conciliada mediante un principio de armonía, la cual es definida así por un pitagórico llamado Filolao (aproximadamente, 470-380 a. C.). (Efectivamente, esto suena mucho a Heráclito):

VV. AA., Los filósofos presocráticos III, Capítulo “Filolao y los pitagóricos” (a cargo de Conrado Eggers Lan), Editorial Gredos, Madrid, 1986, p. 136.

VV. AA., Los filósofos presocráticos III, Capítulo “Filolao y los pitagóricos” (a cargo de Conrado Eggers Lan), Editorial Gredos, Madrid, 1986, p. 136.

 

Con respecto a su doctrina cosmológica, los pitagóricos imaginaron un fuego central en el universo, del cual se han ido formando los cuerpos celestes. Según Filolao, este fuego central era llamado “el guardián de Zeus” y alrededor de él giraban los planetas y las estrellas. El mundo entero es como una esfera, en cuyo centro está el fuego y alrededor giran diez cuerpos celestes: el cielo de estrellas fijas, los cinco planetas conocidos entonces, el sol, la luna, la tierra y la “antitierra”, un planeta hipotético que era admitido para así alcanzar el sagrado número 10.

 
VV. AA., Los filósofos presocráticos III, Capítulo “Filolao y los pitagóricos” (a cargo de Conrado Eggers Lan), Editorial Gredos, Madrid, 1986, p. 121.

VV. AA., Los filósofos presocráticos III, Capítulo “Filolao y los pitagóricos” (a cargo de Conrado Eggers Lan), Editorial Gredos, Madrid, 1986, p. 121.

 

Este cosmos no es heliocéntrico (pues no se identifica el fuego central con el sol) pero de alguna manera puede considerarse precursor de Nicolás Copérnico (1473-1543) y su revolucionario modelo heliocéntrico (frente al modelo geocéntrico, teoría astronómica que sitúa a la Tierra en el centro del universo, y a los astros, incluido el Sol, girando alrededor de la Tierra).

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Al igual que todos los cuerpos que se mueven a gran velocidad producen sonidos musicales, eso mismo, creen los pitagóricos, ocurre con los cuerpos del cielo, que el movimiento de las diferentes esferas produce una armonía que no somos capaces de oír, pues la llevamos escuchando desde nuestro nacimiento…

Aristóteles, Acerca del cielo, traducción de Miguel Candel, Editorial Gredos, Madrid, 1996, Libro II (cap. 9), p. 135.

Aristóteles, Acerca del cielo, traducción de Miguel Candel, Editorial Gredos, Madrid, 1996, Libro II (cap. 9), p. 135.

 

Algunas ideas como resumen…

Puede resumirse la actividad y propósito de los primeros pitagóricos señalando que: ellos buscaban la contemplación (theoría), entendida como una búsqueda desinteresada de la verdad (como ha quedado señalado en la anécdota del comienzo, en la que Pitágoras explica lo que es un filósofo); entendieron el universo como un kosmos (esto es, como un conjunto ordenado y armónico); e intentaron llegar a la purificación (kátharsis) fundamentalmente por medio de la música…

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 72.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 72.

 

Y es que la música es un camino seguro hacia la alegría, ¿no? Algo así dice Ayax:

Que ha llegado el día y no veas qué bien me siento
Tener el talento de hacer de la poesía un instrumento
Para la rebeldía, tanto, tanto
Ta-ta-ta-tanto canto que cantando encuentro la alegría

La armonía que decías, yo, la poesía
(…)

 

Pitágoras.

“El movimiento de los cuerpos celestes produce una melodía que no podemos percibir, pues la escuchamos desde el nacimiento…”. ¿Estáis de acuerdo con esa afirmación? Pues a ver quién es el guapo/a/i que lleva la contraría al mismísimo #Pitágoras 🔥. Hoy comentamos algunas de sus jugadas paseando por Japón japon japon japon ja ponja… seguimos #leyendohistoriadelafilosofía !!!! ❤️🔥🇯🇵✊🏾📚🦉 🎉

 
 

 

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