Además de filósofo, Empédocles (nacido en Acragante hacia el 494 y fallecido hacia el 434 a. C.), proveniente de una familia pija aristocrática (su abuelo había sido criador de caballos de carrera, o sea) pero partidario de la democracia, fue orador, médico e, incluso, tal vez, mago y charlatán. En un fragmento suyo declara:

 

Los filósofos presocráticos II, traducciones por Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce, y Conrado Eggers Lan (Ernesto La Croce es responsable del capítulo dedicado a Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 285.

 

Los filósofos presocráticos II, traducciones por Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce, y Conrado Eggers Lan (Ernesto La Croce es responsable del capítulo dedicado a Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 137.

 

Quizá era un poco flipado el Empédocles cuando decía esas cosas… hoy podría ser equivalente a un rapero vacilando, como cuando Foyone afirma en el último rap sin corte (0:23):

Los pies sobre la tierra, yo no tengo un Lambo
Pero me cubre el manto, del todopoderoso
Agua milagrosa oculta en el fondo del pozo
Estoy cargado de energía, doy calambre si te rozo
Hasta el más exitoso se muere si toso en estos días

FOYONE #RapSinCorte​ L

 

Empédocles debió de ser una personalidad fuerte, de esas que imprimen carácter, que se nota cuándo están y cuándo se van…

“se vestía de púrpura y ceñía diadema de oro”, leemos de Diógenes Laercio y, además “llevaba sandalias de bronce y la corona délfica. Tenía el pelo largo; esclavos lo acompañaban, y él siempre severo y sin mudar de semblante. Así se paseaba, y los ciudadanos que encontraba a su paso creyeron eso señal de cierta realeza”. Se cuenta que lo seguían “los que requerían vaticinios, y aquellos atravesados por desgracias, ya en lo que respecta a una enfermedad o a la herida de un arma”.

 

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro VIII, Empédocles, p. 321 (73).

 

Los filósofos presocráticos II, traducciones por Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce, y Conrado Eggers Lan (Ernesto La Croce es responsable del capítulo dedicado a Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 139.

 

Tal vez, además de filósofo, era un charlatán, un embaucador… de esos que te prometen el oro y el moro, como los que hay hoy, que te prometen hacerte millonario o aprender idiomas en poco tiempo (“el inglés se enseña mal”) si los sigues a ellos. Él mismo escribió, en uno de los poemas suyos que conservamos, lo siguiente:

“De cuantos remedios hay para los males y resguardo para la vejez te informarás, porque para ti solo realizaré yo todo esto. Apaciguarás la furia de los infatigables vientos, que sobre la tierra se agitan y destruyen con sus soplos los campos cultivados. Y aún, si quieres, dirigirás sus soplos en sentido favorable; y colocarás después de la lluvia sombría una sequía oportuna para los hombres, y después de la sequía estival dispondrás las corrientes que nutren a los árboles y que irrigan el éter, y retornarás del Hades el vigor de un hombre muerto”.

 

Los filósofos presocráticos II, traducciones por Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce, y Conrado Eggers Lan (Ernesto La Croce es responsable del capítulo dedicado a Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 284 (parte final del poema de Empédocles de título De la Naturaleza).

 

El filólogo Eric Robertson Dodds escribió, en una obra clásica, que Empédocles podría tratarse de uno de los últimos chamanes de la cultura griega:

“Si yo no me equivoco, Empédocles representa, no un nuevo, sino un antiquísimo tipo de personalidad, el del chamán, que combina las funciones todavía indiferenciadas de mago y naturalista, poeta y filósofo, predicador, curandero y consejero público. Después de él, estas funciones se separan; los filósofos, de aquí en adelante, no serán ni poetas ni magos; de hecho, tal tipo de hombre era ya un anacronismo en el siglo V”.

 

Dodds, Eric R. The Greeks and the Irrational. Berkeley: University of California Press, c1951, 1973, printing 1973. http://ark.cdlib.org/ark:/13030/ft0x0n99vw/ (p. 146).

 

E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional, versión de María Araujo, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 143.

 

Tal vez por eso de ser alguien tan peculiar y carismático, se conservan muchas leyendas espectaculares sobre su vida y sobre su muerte. En una de las leyendas más conocidas se afirma que Empédocles murió arrojándose a un volcán, el Etna:

“Y dice Hipóboto que se dirigió hasta el Etna y al llegar al cráter de fuego se arrojó en él y desapareció, con el propósito de dar confirmación a su fama de haberse convertido en dios. Pero luego se descubrió el engaño, al ser arrojado hacia arriba uno de los zapatos de bronce que acostumbraba a calzar”.

 

Los filósofos presocráticos II, traducciones por Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce, y Conrado Eggers Lan (Ernesto La Croce es responsable del capítulo dedicado a Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 150.

 

Aunque otra versión de su muerte, probablemente transmitida por sus seguidores, afirma que fue llevado al cielo durante la noche y convertido en dios:

“Heráclides dice que celebró un sacrificio en un campo propiedad de Pisianacte; y concurrieron invitados varios amigos, entre ello Pausanias. Después del festín, todos lo demás se retiraron a descansar, unos bajo los árboles, ya a que estaban en el campo, y otros donde más les placía; él, en cambio, se quedó en el lugar donde se hallaba. Cuando se levantaron al llegar el día ya no se encontraba allí. Se lo buscó y se interrogó a los sirvientes, que respondieron no saber nada; pero uno dijo que en medio de la noche había oído una enorme voz que llamaba a Empédocles, tras lo cual se puso en pie y percibió una luz celestial y un resplandor de antorchas, y nada más. Mientras todos se hallaban estupefactos por lo acontecido, Pausanias se adelantó y envió a algunos a que lo buscaran. Más tarde les hizo interrumpir esta tarea, expresando que había ocurrido un hecho agraciado y que correspondía ofrecerle un sacrificio como a alguien transformado en dios”

 

Los filósofos presocráticos II, traducciones por Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce, y Conrado Eggers Lan (Ernesto La Croce es responsable del capítulo dedicado a Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 149.

 

Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, Der Tod des Empedokles (1986)

 

Con respecto a sus influencias, parece claro que conoció y admiró la obra de Parménides, así como a los filósofos jonios y a los pitagóricos. Lo malo es que, como ocurre con los otros filósofos de esta época, solo tenemos algunos cuantos fragmentos de dos de sus obras, ambas en verso: Acerca de la naturaleza y Las Purificaciones. En total se conservan unos 450 versos llenos de metáforas y ambigüedades, algo común en la época que nos ocupa, en la que todavía no estaban trazadas nítidamente los límites entre lo racional y lo poético, lo filosófico y lo místico...

 
Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 182.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 182.

 

Acerca de la naturaleza.

Nosotros vamos a leer dos párrafos del comienzo de esta obra:

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, pp. 205 y ss.

“Y es que angostas son las mañas -es decir, los sentidos del ser humano- que por los miembros se extienden y muchas las vilezas que acucian y embotan las meditaciones. Tras haber observado en el curso de sus vidas una parte miserable, efímeros como el humo se echan a volar, arrebatados, convencidos tan sólo de aquello que cada uno se encontró en su vagar de un lado a otro, aun cuando cada uno se jacta [de haberlo descubierto todo] ¡A tal extremo no son cosas observables ni audibles por los hombres ni abarcables por su inteligencia! Así que tú, ya que hasta [aquí te has acercado, sabrás, pero no más que lo que el mortal entender puede alcanzar”.

“Doble es la historia que voy a contarte. Pues una vez creció para ser uno, de múltiple que era; otra, por el contrario, de uno que era, se disoció para ser múltiple. Doble es el nacimiento de los seres mortales, doble su destrucción; pues el primero lo genera y lo destruye la concurrencia de las cosas todas y el otro, al disociarse éstas de nuevo, echa a volar, una vez criado”.

El poema Acerca de la naturaleza tiene la forma de un poema didáctico en el cual Empédocles se dirige a un personaje famoso de la época (un médico de una familia noble de su ciudad) al que explica algunos aspectos sobre cómo funciona y cómo es la realidad.

Y comienza haciendo una referencia a la ignorancia humana (algo ya acostumbrado en la época, no solo en esta obra): los seres humanos somos incapaces de conocer la realidad usando simplemente nuestros sentidos. Pero Empédocles -tacháaaaan- ha sido inspirado nada menos que por una Musa que habla por su boca; como dice al comienzo del poema: “Musa de albos brazos te suplico; lo que es lícito que oigan los seres de un día, envíamelo, conduciendo desde las moradas de la Piedad el carro dócil a la rienda”.

El punto más importante de la explicación física que da Empédocles sobre la realidad y su funcionamiento es el siguiente: la teoría de los elementos, los cuales él llama “raíces” (lo de “elementos” es la traducción posterior que hace la escuela de Aristóteles). Lo nuevo que encontramos en Empédocles es que, mientras para todos los filósofos anteriores a él el mundo provenía de un solo elemento originario, para nuestro filósofo, en cambio, el mundo ha llegado a ser como nosotros le vemos por la evolución de cuatro elementos originarios, ingénitos e imperecederos: el aire, la tierra, el agua y el fuego. Estos elementos tienen las mismas propiedades que el ser de Parménides, excluyendo, claro está, la propiedad de la unidad (es decir: no son uno sino cuatro).

En su poema, Empédocles le da a estos elementos nombres distintos: nombres de dioses y nombres de objetos o fenómenos de la naturaleza. Por ejemplo: el fuego es Zeus, pero también el sol, el radiante, Hefesto, o la llama. Y el aire es la diosa Hera, la luz, el cielo, el éter o el calor.

Algo que da cuenta de la importancia de Empédocles es que esta teoría se acepta por la medicina hipocrática en relación con su teoría de los cuatro humores y, además, es admitida por Aristóteles, el cual, por su prestigio, la permite atravesar toda la época medieval y moderna hasta Lavoisier.

Las raíces (los elementos) son divisibles en partículas que pueden combinarse en distintas proporciones entre sí y dar lugar a múltiples combinaciones resultantes, lo cual explica la diversidad de cosas que vemos con nuestros sentidos: partículas de aire en distintas cantidades pueden, por ejemplo, penetrar en masas de agua; y, como no existe el vacío, esas partículas de agua que se han desplazado van a ocupar el espacio que han dejado las partículas de aire. Mediante la combinación de los cuatro elementos en distintas proporciones resultan, como decimos, las múltiples combinaciones en las que consiste la realidad.

¿Y qué hace a las partículas de los cuatro elementos desplazarse? Empédocles nos habla de un par de fuerzas que funcionan como motor de los cambios: la Amistad y el Odio. Estas dos fuerzas son llamadas por Empédocles de diferente manera, como ocurre con los elementos, a lo largo del poema: Amistad es, también, Alegría, Afrodita, Cipris, Harmonía; y Odio es, también, Discordia.

Este par de fuerzas son eternas y necesarias. Amistad, por un lado, une aquello que no es semejante (el agua con el aire, por ejemplo) y Odio provoca la atracción entre lo semejante. (fuego con fuego, por ejemplo). Ambas fuerzas siempre están activas pero van alternando su predominancia.

Hay que señalar que es la primera vez que se considera la existencia de fuerzas en la materia; y estas dos fuerzas, amor y odio, actúan sobre la materia de manera “psicológica”, impulsándola a unirse o separarse.

Dependiendo del estado de la mezcla de los elementos (unida o separada) los seres resultantes de esas combinaciones nacen y mueren. Pero las raíces, los elementos, son inmortales, no nacen ni mueren.

Y lo uno y lo múltiple, la unidad y la multiplicidad, consisten en dos momentos dentro de un mismo ciclo: un momento en el que predomina absolutamente la Amistad y otro en el que predomina el Odio. La cosa sería más o menos así: comienza reinando la Amistad, un estado de unidad en el que se encuentra todo absolutamente mezclado con todo y el Odio está lo más alejado posible, como sin capacidad de actuar. En este momento en el que impera la Amistad la mezcla adquiere el nombre de “esfero”, que es una especie de dios tal y como lo había descrito Jenófanes o, también, Parménides (con su descripción del ser). Pero se diferencia del ser de Parménides en que es ilimitado (como había dicho Meliso) y en que en el caso de Empédocles nos encontramos en una de las dos fases del ciclo, con lo cual el ser va a dejar de ser, no como con Parménides, que es inmutable. Cuando termina el gobierno de la Amistad, llega Odio a molestar y a acabar con la estabilidad de esfero. Y es en este momento del ciclo, en el que va progresando el Odio y la separación, cuando el mundo, como lo conocemos, se origina: es decir, Odio va estableciendo la formación de las cosas tal y como estas son en nuestro mundo. Y es que nuestro mundo es un producto de la acción combinada de Amistad y de Odio, encontrándose a medio camino entre el dominio absoluto de Amistad y el dominio absoluto de Odio.

Pero la cosa no se detiene aquí: Odio continúa su acción, por lo que las cosas y todos los seres se disuelven y surge el caos, el dominio del Odio. Pero a continuación vuelve Amor a reunificar los elementos y en este camino vuelve a formarse nuestro mundo actual, que está mezclado de odio y de amor, y que dará lugar, de nuevo, a esfero, desde el que, de nuevo, volverá a reanudarse el ciclo.

Y, por ahora, nos despedimos de Empédocles leyendo un poco más de su poema Acerca de la Naturaleza:

(Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, pp. 208 y ss).

Doble es la historia que voy a contarte. Pues una vez creció para ser uno, de múltiple que era; otra, por el contrario, de uno que era, se disoció para ser múltiple.

Doble es el nacimiento de los seres mortales, doble su destrucción; pues el primero lo genera y lo destruye la concurrencia de las cosas todas y el otro, al disociarse éstas de nuevo, echa a volar, una vez criado.

Y estas transformaciones incesantes jamás llegan a su fin, unas veces por Amistad concurriendo en uno todos ellos; otras, por el contrario, separados cada uno por un lado por la inquina de Odio.

De esta forma, en la medida en que lo uno está habituado a nacer de lo múltiple y en la medida en que a su vez, al disociarse lo uno, lo múltiple resulta, en ese sentido nacen y no es perdurable su existencia.

Mas en la medida en que estos cambios incesantes jamás llegan a su fin, en ese sentido son por siempre inmutables en su ciclo.

Así que escucha mi relato, pues el aprendizaje acrecienta el entender.

Empédocles

Parece ser que #Empédocles fue uno de los últimos chamanes de la cultura griega, alguien excentrico que se decía no solo filósofo sino también curandero, adivino y semidiós. Aquí hoy conocemos algunas noticias sobre su vida y muerte. Dejamos para el próximo capítulo su doctrina. Ya sabes: seguimos #leyendohistoriadelafilosofía en #Japón 🇯🇵🥷, así que suscríbete, comparte, dale al like… todo eso.

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Nuestro mundo es el resultado de la acción de dos fuerzas que actúan psicológicamente sobre los elementos: el amor y el odio. Para que nuestro mundo se pueda dar, ambas fuerzas, amor y odio, gobiernan con igual predominancia. Seguimos #leyendohistoriadelafilosofía y hoy le toca de nuevo a #Empédocles desde uno de los centros más famosos de Tokyo: #Shibuya

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