13. Parménides

Platón dijo de él que era “venerable y terrible”.

Busto con el supuesto aspecto de Parménides descubierto en Velia (Italia) en 1966.

 

El filósofo griego Platón usó a este filósofo de Elea -o Velia, una colonia griega de la Magna Grecia (sur de Italia)- como protagonista de uno de sus diálogos: uno en el que cuestiona su propia y famosa teoría de las ideas -y que se titula precisamente Parménides (en griego, Παρμενίδης)-. Asimismo, afirma en otro diálogo que Parménides es una persona “venerable y terrible”.

 
Platón, Teeteto (183e), traducción de A. Vallejo Campos, en Diálogos V, Parménides, Teeteto, Sofista y Político, Editorial Gredos, Madrid, 1988, pp. 259-260.

Platón, Teeteto (183e), traducción de A. Vallejo Campos, en Diálogos V, Parménides, Teeteto, Sofista y Político, Editorial Gredos, Madrid, 1988, pp. 259-260.

 
Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro IX, p. 337.

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro IX, p. 337.

 

No es fácil establecer la fecha de su nacimiento, pero debió de suceder en algún momento entre el 540 y el 515 a. C. El doxógrafo Diógenes Laercio afirma que fue oyente de Jenófanes, pero que no lo siguió. Sí siguió, en cambio, a Aminias, un pitagórico, “hombre pobre pero de excelentes prendas”, quien le encaminó a la vida contemplativa.

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro IX, p. 336.

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow, Editorial Lucina, Zamora, 2010, Libro IX, p. 336.

Vino de Elea, escuchó a Jenófanes y a Aminias, el pitagórico, a quien siguió y de quien tomó buena nota, y quien le introdujo en la vida contemplativa… Quizá ocurrió algo parecido a lo que canta Kase-O en este tema (minuto 2:49):

Vine del barrio La Jota
El Presión y el Allen me enseñaron,
ya tomé buena nota
Hoy es vida contemplativa y sólo busco el placer
No hago nada y así nada se queda sin hacer.

Violadores del verso - No es ningún trofeo noble

Pero Parménides no estaría de acuerdo en que sea posible “no hacer nada”, o no “pensar en nada”, como vamos a ver a continuación. Así que sí que se puso a hacer cosas. Según sabemos, participó activamente en la redacción de las leyes de su ciudad y, además, escribió un poema en hexámetros (el mismo tipo de verso que habían usado los poetas Homero y Hesíodo) en el cual expuso su filosofía y del que conservamos algo más de 150 versos.

Comienza con un proemio (como una especie de prólogo) de aspecto mítico, difícil de entender, que narra una revelación religiosa en la que una diosa accede a revelar a nuestro filósofo una gran verdad. Se describe un viaje fantástico que hace el poeta en un carro maravilloso y escoltado por las hijas del sol (Ἡλιάδες / Heliádes).

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 475.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 475.

El poema se divide en dos partes: una aborda la doctrina de la verdad (αλήθεια) y otra la doctrina de la opinión (δόξα). La diosa -cuyo nombre no conocemos- afirma que va a comunicar al viajero la verdad, aunque no solamente: también le va a contar las opiniones de los mortales, que son falsas, pero conviene conocer. El motivo de esto tal vez sea que el conocimiento limitado de los hombres, a pesar de ser falso, es el que es, por lo que también debemos investigarlo y conocerlo.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 148.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 148.

Así continúa el proemio…

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 476.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 476.

 

Cuando el poeta llega en el carro a un lugar de difícil acceso, logra cruzar y ser recibido por la diosa gracias a la ayuda de ley y justicia (Temis y Dike, Θέμις y Δίκη), con lo que se entiende que este viaje hacia la verdad es legítimo y justo.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 145.

Alberto Bernabé, Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito, Alianza, Madrid, 2008, p. 145.

 

Como decimos, el discurso de la diosa aborda “la verdad”, por un lado, y, por otro, “las opiniones de los mortales”. De esta segunda parte (la de “las opiniones de los mortales”) no nos ha llegado mucho y parece, por otro lado, que la aportación del filósofo aquí no es muy relevante (puede ser quizá esa la razón precisamente por la cual los autores posteriores a Parménides no se hayan preocupado más en conservar estos fragmentos). He aquí el comienzo:

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 481.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 481.

 

En esta parte Parménides desciende desde un “nivel divino” y verdadero a un “nivel humano”, el de las apariencias, con las cuales tenemos que vivir nosotros, aprendiendo a sistematizar y ordenar de la mejor manera posible este mundo falso de apariencias. En realidad, lo que existe es la unidad, lo único, a pesar de que nosotros, para explicar el origen del mundo (lo que se conoce como “cosmogonía”) recurrimos a la división en pares de contrarios, en este caso luz-oscuridad.

Ibíd.

Ibíd.

De este par de contrarios (luz-oscuridad) surgen otros, pues la luz es caliente y ligera y la oscuridad fría y densa. De la interacción de estos contrarios proceden todos los seres del mundo (dioses, animales, humanos…), al igual que en otras cosmogonías de otros autores de la época. Y tal vez esta de Parménides haya sido de inspiración pitagórica. En cualquier caso, apenas podemos saber qué es lo que en ella se narraba, dado lo poco que nos ha quedado de estos fragmentos. Pero la verdadera aportación a la historia de la filosofía es las ideas del filósofo contenidas en la parte del poema que se ocupa de la “verdad”.

El acceso a la verdad se entiende como un viaje del pensamiento. Para Parménides hay dos caminos en ese viaje: uno es transitable y el otro no lo es. Se trata de un dilema enigmático y abstracto:

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 477.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 477.

 
 

En estos pasajes tan complicados de entender, tal vez Parménides esté señalando lo siguiente:

Hay dos caminos, uno afirmativo (“que es y que no es posible no ser”) y otro negativo (“que no es, y que es preciso que no sea”). Este último camino, el del no-ser, es imposible: “no podrás conocer lo que no es, ni lo mostrarás”. Solo es posible el primer camino, el camino del ser, es decir, solo es posible afirmar que algo es (por ejemplo: que “a es b”, o que, simplemente, “a es”). El no-ser no es, ni tampoco puede pensarse sobre él: “solo lo mismo puede ser y pensarse”.

En este asunto subyace el problema lingüístico consistente en el doble valor del verbo “ser”: un valor predicativo, que introduce un predicado (algo es algo) y un valor existencial (algo es, algo existe). Como lógicamente no podemos decir “el no-ser, es” o “el ser, no es”, acabamos deduciendo que, además de esa imposibilidad lógica, el ser ha de existir necesariamente y el no-ser no puede existir.

Cuando Parménides dice: “hay dos caminos: que es y que no es posible no ser” y “que no es y que es necesario no ser”, no podemos saber a qué sujeto se refiere con el verbo “es”. Es muy probable que estas frases sean tautologías (un “decir lo mismo”, del griego ταυτολογία, tautología, de ταὐτό, tautó, 'lo mismo', y -λογία, -logía, 'acción de decir'), y que el sujeto sea “lo que es” y la frase completa sea “lo que es, es” y “lo que no es, no es” (lo cual, como afirmación, parece una bobada). Pero en una tautología lo que se afirma siempre es algo más que una mera repetición entre el sujeto y el predicado. Por ejemplo: si digo “yo cuando trabajo, trabajo”, estoy diciendo algo más que una repetición, y el segundo “trabajo” quiere decir algo más que, por ejemplo, “cumplir un horario y estar contratado”; el segundo “trabajo” querrá decir algo así como “cuando trabajo, me lo tomo muy en serio y le pongo esfuerzo y dedicación”. Así, en el caso de Parménides, cuando dice que “lo que, es y lo que no es, no es” puede estar diciendo algo así como: si decimos que “algo es”, lo que decimos es que “es” de verdad, que es “con todas sus consecuencias”; de este modo, solo lo que es, es y no lo que no es.

 
 
Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 478.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 478.

 

“A la nada no le es posible ser…”

 

Solo existe, pues un camino: que lo que, es. Pues lo que no es (a lo que podemos llamar también “la nada”) es imposible que sea y es imposible que se piense sobre ello. Vamos a intentarlo un momento, vamos a cerrar los ojos y a intentar no pensar en nada… ¿a que es imposible? Siempre que pensamos, pensamos en algo. Así, Parménides tiene razón: no puede pensarse en nada, el no-ser no puede ser pensado: lo que no es, ni es, ni puede ser pensado. Esto le dice la diosa a Parménides. Tampoco es posible “no hacer nada”, como dice Kase-O en la rima de más arriba: aunque creamos que no hacemos o pensamos en nada, siempre estamos irremediablemente haciendo o pensando algo.

No hay, pues, otra posibilidad más que la de que lo que es, es. Solo hay ser y, en cambio, la nada no es, y tampoco podemos pensar en ella.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 478.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, p. 478.

 

Solo la razón nos permite captar lo real…

 

Nuestros sentidos se detienen en las apariencias, en los cambios, en el mudar de las cosas, en su nacer y perecer, en su variedad y multiplicidad. Pero en realidad todo eso son engaños: por culpa de los sentidos andamos como si tuviéramos dos cabezas (deambulamos “bicéfalos”), por un lado viendo el ser y por otra el no ser, engañados, sin enterarnos de lo que de verdad pasa

¿Y qué nos muestra la razón? Como hemos dicho, la razón nos enseña que el no-ser, la nada, no puede ser pensada ni expresada: no podemos pensar sin pensar en algo, no podemos decir sin decir algo: tanto el pensamiento como la expresión necesitan tener un objeto, y ese objeto es el ser. Y cuáles son los atributos o características del ser, de aquello que es, de la realidad verdadera, que supera al engaño de nuestros sentidos? Sigamos leyendo el enigmático poema, a ver qué dice la diosa…

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, pp. 479-481.

Los filósofos presocráticos I, traducciones por Conrado Eggers y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid, 1981, pp. 479-481.

 

Y continúa:

 
 

Según Parménides, partiendo de que solo “lo que es, es”, tenemos que concluir lo siguiente: que el ser es ingénito -inengendrado- e imperecedero (lo único existente no puede dejar de ser o, tampoco, proceder de la nada: para los griegos, eso de una “creación de la nada” era algo imposible). El ser, además, es indivisible: el vacío, la separación entre cosas, es no-ser, por lo que no puede existir. El ser es homogéneo: no admite un “ser más o ser menos”, sino que o se es o no se es. Por otro lado, y curiosamente, el ser es limitado: ser ilimitado sería carecer de límites, y el ser no puede carecer de nada. Así, Parménides imagina el ser como una esfera: para los griegos la esfera es la figura de mayor perfección, pues sus líneas no tienen ni principio ni fin, y es idéntica la distancia que hay entre cualquier punto de la superficie de la esfera hasta el centro. Por último, el ser es inmóvil: es imposible que se desplace a cualquier lugar, ya que no existe nada que no sea el ser mismo.

 

Parménides (1ª y 2ª parte)

#Parménides nos ha servido de excusa para pasear por el parking de un centro comercial japonés, donde se puede apreciar lo bien que se aparca en este país en comparación con la mayoría de países. En este primer video comenzamos un #viaje hacia la #verdad que no te dejará indiferente (o sí). Este filósofo es una pieza clave de la historia del pensamiento occidental, aunque no se entiende del todo bien el poema que escribió. Pero yo lo leo para ti, por amor a la filosofía, porque sé que te encantan estos vídeos y que los compartes con todos tus amigos. ¡Mañana más! ¡Seguimos #leyendohistoriadelafilosofía en #Japón 🇯🇵🥷! ❤️🇯🇵🎉🚗✊🏾📚

 

¿Has intentado alguna vez no hacer nada, no pensar en nada y no decir nada? Nosotros, con #Parménides, desterramos el camino del no ser y de la nada, pues hemos comprendido que la nada ni puede ser pensada ni tampoco comunicada o hecha. Solo nos queda, pues, el camino del ser: solo hay ser, solo hay lo que es. Una vez aquí, toca tratar de entender cómo es el ser, cómo es la realidad. Pero en esa tarea rápidamente comprendemos que los sentidos nos engañan y nos hacen vivir en un mundo de falsas apariencias… en fin, que seguimos #leyendohistoriadelafilosofía en #Japón 🇯🇵🥷, así que te animamos a participar, compartir, darle al like, comentar… la filosofía es de todo el mundo!!!!!!! ❤️🇯🇵🔥📚🥷😘✊🏾📚

 
 

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